Lorenzo Gómez Pardo (1801-1847)

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Lorenzo Gómez Pardo

Liberal, romántico y generoso donante

Recreación de la familia Gómez-Pardo. Cuadro de la Fundación Gómez-Pardo de Madrid pintado por Pérez Herce en 2009. Lamentablemente no se conservan imágenes de Lorenzo Gómez-Pardo, y este cuadro es una recreación basada en algunos documentos de la familia, pertenecientes a su legado. De izquierda a derecha: José Gómez-Pardo Ensenyat; María Ensenyat; Lorenzo Gómez-Pardo Ensenyat

Lorenzo Gómez Pardo fue, con cuatro compañeros, uno de los pensionados enviados a Freiberg por Fausto de Elhúyar, con la tarea de aprender las más modernas técnicas de geología, minería y metalurgia, para el desarrollo de la Escuela de Minas de Madrid. Madrileño, nacido en 1801 y fallecido prematuramente en 1847, su corta y azarosa vida es la de un liberal, romántico, viajero, comprometido políticamente, emprendedor y generoso.

Farmacéutico, estudiante de Ciencias Naturales en el Museo de Madrid entre 1819 y 1823 con los más famosos profesores de la época, sus ideas liberales le movieron a alistarse en la Milicia Nacional entre 1820 y 1823. Participó en el levantamiento  de la Plaza Mayor de Madrid de 7 de julio de 1822 y fue declarado benemérito de la Patria. Fue voluntario del ejército que apoyó al Gobierno Constitucional y en Cádiz ejerció de auxiliar de farmacia militar, herido y prisionero en la acción del Trocadero.  Entre 1823 y 1828 estudió en Madrid y París, terminó sus estudios de Farmacia en 1828 y fue enviado a Freiberg como pensionado en el mismo año. Entre otras labores, tuvo el encargo de comprar colecciones de rocas y minerales, en número de varios miles, que constituirían los primeros fondos del Museo de la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid.

En 1833, a su regreso a España, fue nombrado profesor de Mineralurgia de la Escuela de Minas de Almadén. A él se le debe un profundo estudio y una buena defensa de la opción, entonces discutida, de un posible traslado de la Escuela a Madrid. Conseguida ésta en 1835, es nombrado Lorenzo primer profesor de Docimasia y Metalurgia. El discurso inaugural de la nueva Escuela, de 7 de enero de 1836, se le debe a él.

Como se ve, Lorenzo tampoco se formó como ingeniero en la Escuela de Almadén, aunque ésta ya estaba creada. Sus primeros estudios transcurren entre el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y la Sorbona de París, y su formación es sobre todo naturalista, así como de experto en Farmacia. Es en 1828 cuando Fausto de Elhúyar le envía, con otros cuatro pensionados, a la Escuela de Minas de Freiberg, donde cursa los estudios de ingeniería de minas, propiamente dichos.

Creada nuevamente la milicia ciudadana, a la muerte de Fernando VII, Lorenzo se alistó en ella, siendo muy activo militar y políticamente. Elegido diputado a Cortes por Madrid en 1838, renunció al cargo a favor de D. Juan Álvarez Mendizábal, que había quedado sin distrito. Participó activamente en la política minera, llegando a ser inspector general primero del Cuerpo y vocal del Tribunal Superior de Minas. 

Panteón de Lorenzo Gómez Pardo. Patio de Santa Gertrudis (3ª sección), sacramental de San Justo. Imagen: Asqueladd [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Fue cesado de sus cargos en febrero de 1843, lo que le ocasionó una gran amargura, que tal vez contribuyó a su temprana muerte, ocurrida en 1847. Tuvo una vida agitada, comprometida políticamente a favor de los movimientos constitucionales. 

Su generosidad se manifiesta a lo largo de toda su vida, especialmente en una nota manuscrita que se conserva en la Escuela de Minas, en la que, dispuesto a partir para Alemania, a los 27 años, ruega a sus padres que, en caso de que fallezca, sus bienes, libros, minerales e instrumentos pasen a donarse a la Escuela para la formación de los estudiantes. Así lo hizo su hermano José, afamado y rico platero de Madrid, que le sobrevivió muchos años y que en 1870 constituyó en su memoria el “Legado Gómez Pardo”, formado por 125.000 pesetas y todos los bienes y libros que él había citado y que hoy forman parte de la biblioteca y el Museo. 

Aquella generosa donación, hábilmente gestionada por muchos directores de la Escuela de Minas a lo largo de más de 140 años, ha dado lugar a la Fundación Gómez Pardo actual; soporte y ayuda, como quería su fundador, de la enseñanza de la ingeniería de minas en España.

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