Andrés Manuel Del Río Fernández (1764-1849)
Andrés Manuel Del Río Fernández
Andrés Manuel Del Río Fernández nació en Madrid en 1764. Hijo de aragonés y gallega, demuestra desde muy joven su destreza en los estudios destacando en matemáticas y ciencias naturales en los reales Estudios de San Isidro y en la Universidad de Alcalá de Henares. Ingresa en la Academia de Minas de Almadén en 1782 donde también destaca como alumno y es pensionado para perfeccionarse en estudios de ciencias.
Fausto de Elhúyar, que entonces estaba reclutando y formando personal para encargarse de la industria minera en Nueva España, se fija en él y decide ampliar su formación en minería, mineralogía, química y metalurgia en la Academia de Schemnitz (actual Eslovaquia) en 1787 y en Freiberg (actual Alemania) en 1789. Allí recibirá clases de mineralogía de Abraham G. Werner, que ejercerá una influencia decisiva en él y coincidirá con el barón Alexander von Humboldt como compañero, con el que mantendrá una amistad (a veces polémica) durante toda su vida. Como complemento, tendrá que hacer muchos viajes de prácticas por toda Centroeuropa (Elhúyar era un mentor exigente) e Inglaterra (donde visita Cornwall). Regresa de nuevo a París en 1791 donde estudia con Lavoisier y posteriormente a España en 1793, antes de que el ilustre químico fuese guillotinado.
Elhúyar, que ya estaba en México como Presidente del Real Seminario de Minería, le reclama a su servicio para ocupar la cátedra de Química y, Del Río, llega a México en 1794 aunque no ocupa la cátedra de Química sino la de Mineralogía a petición propia.
Andrés Manuel Del Río era un hombre de carácter humilde e indeciso (todo lo contrario que su jefe), cosa que no le benefició en su vida profesional. Sin embargo, su talla investigadora y científica era fuera de lo común y va a dedicarse en cuerpo y alma a la docencia e investigación en México, colaborando en hacer del Seminario de Minería la institución científica más importante de toda América, en palabras de su amigo von Humboldt.
Aquí escribe la que a la postre será su obra más difundida e importante: “Elementos de Orictognosia” (palabra que denominaba a la Mineralogía, y los minerales se denominaban “fósiles”) en 1795, que es el primer tratado de Mineralogía escrito por un español. En él sigue a su maestro Werner, con una descripción de las características externas de los minerales, utiliza la nomenclatura química de Lavoisier y, como cosecha propia, introduce criterios paragenéticos. Esta obra será continuada con más partes y actualizada con nuevos criterios mineralógicos modernos en años posteriores por Del Río (aunque nunca abandonó del todo las hipótesis wernerianas).
Sin duda, Andrés Manuel Del Río es conocido como descubridor del vanadio, pero este reconocimiento no llegó hasta mucho más tarde. Lo caracterizó en un mineral de Hidalgo que denominó “plomo pardo de Zimapán” (vanadinita) en 1801 y lo denominó primero “pancromo” y luego “eritronio”, comunicándoselo a su amigo von Humboldt durante una vista que le hizo a México en 1803. Humboldt se llevó muestras de Del Río a Europa y las hizo analizar, pero los análisis fueron erróneos confundiéndolo con el cromo, metal ya conocido. Cuando Humboldt se lo comunicó, Del Río, dado su carácter apocado, admitió que se había equivocado él. Treinta años más tarde y, de manera independiente, el químico sueco Sefström descubrió por su cuenta el nuevo metal al que denominó “vanadio”. Del Río protestó y reclamó durante mucho tiempo su descubrimiento, llegando a culpar a su “amigo” Humboldt de lo ocurrido. Humboldt intentó rectificar su inducción al error declarando la autoría de Del Río, pero los nombres que han quedado son vanadio y vanadinita y el mérito de Sefström. Del Río quedó muy frustrado durante toda su vida por este tema y por algunos otros descubrimientos al que no se le dio un nombre en su honor (al mineral de yoduro de mercurio que él descubrió, Haidinger lo llamó “coccinita”).
También fue un gran ingeniero de minas ocupándose de estudios de diseño, viabilidad y explotación de numerosas minas de plata y mercurio, así como de la puesta en marcha de unas minas y fundición de hierro en Michoacán. En 1815 dirigió la Real Fábrica de la Moneda de México y posteriormente es nombrado Regidor de la ciudad.
Durante el Trienio Liberal vuelve a Madrid, pues es elegido diputado en Cortes por México en el Virreinato. En 1821 se proclama la independencia de México y Del Río, con la familia en México, decide volver a sus clases del Real Seminario de Minería. En 1829, ante el decreto del gobierno mexicano de expulsión de los españoles que aún quedaban (Del Río no es expulsado), decide autoexiliarse a los USA, en concreto recala en Filadelfia, donde residirá durante 6 años y es contratado como profesor de geología y mineralogía, gozando de gran prestigio, haciendo numerosas publicaciones y siendo elegido miembro de varias sociedades científicas de Filadelfia. Aquí, en 1832, publicará una segunda edición revisada y actualizada de su “Orictognosia”, que incluye ya los avances de química de Berzelius, la óptica y la cristalografía.
En 1835 volverá a México con 70 años, retornando a sus clases en el ya Colegio de Minería y publicará su “Manual de Geología” en 1841, donde incorpora muy tímidamente algunas hipótesis “lyellianas”. Es elegido miembro de la Real Academia de Ciencias de París en su sección de mineralogía en 1842, y continúa publicando hasta su muerte en 1849 a la avanzada edad de 83 años.
Andrés Manuel Del Río forma parte del trío de “padres de la Mineralogía” moderna en España junto con los hermanos Fausto y Juan José de Elhúyar. Al tomar la nacionalidad mexicana en 1821 es, también el “padre de la Mineralogía” de aquel país y persona muy admirada. Descubridor del vanadio, al que llamó eritronio y autor del primer tratado de mineralogía moderno en español. En 1964, México estableció el Premio Nacional de Química Andrés Manuel del Río en su honor.
Para saber más:
“Estudio crítico. Andrés Manuel Del Río”, Octavio Puche y Riart. Fundación Ignacio Larramendi, 2017
“Minería Iberoamericana. Repertorio Bibliográfico y Biográfico”, Juan Manuel López de Azcona et al. IGME, 1992
“Construyendo la tabla períodica”, Miguel Calvo Rebollar, PRAMES, 2019