Isidro Sainz de Baranda y San Juan (1806-1878)
Isidro Sainz de Baranda y San Juan (1806-1878)
Isidro Sainz de Baranda y San Juan era natural de Madrid e hijo “segundón” de Pedro Sainz de Baranda y Gorriti, destacado líder ilustrado y liberal, que fue el primer alcalde constitucional de Madrid en dos ocasiones (1812 y 1820). Tuvo una “complicada” relación de adoración y fobia con su padre que le marcará el carácter y la vida.
Destaca pronto por su afición a las Ciencias Naturales, sobre todo la Química y la Mineralogía y su padre le inscribe en el prestigioso Real Seminario de Vergara, donde se formaban las élites de la nobleza y de la administración para hacerse “perfectos caballeros”. Es de destacar que allí habían sido profesores los hermanos Elhúyar y que se habían formado tradicionalmente las élites mineras de Nueva España.
Allí estuvo cuatro años, de los 13 a los 17 y, posteriormente, tras la caída del Régimen del Trienio Constitucional en 1823, su padre, como muchos otros liberales, se vio obligado a exiliarse en París, donde se llevó con él a Isidro, que sigue estudiando ciencias.
Es durante la estancia en París donde entablará amistad a través de su padre con el joven liberal exhaltado Lorenzo Gómez Pardo, también muy aficionado a la Mineralogía. Por aquellos tiempos, 1822, Fausto de Elhúyar había vuelto de Nueva España y era ya Director General de Minas con Fernando VII. Era también director de la Academia de Almadén y buscaba formar en Europa a los mejores en ciencias y hacer una selección de técnicos en minería y gestión que llevaran a cabo sus ambiciosos planes. Ante la insistencia de Pedro Sainz de Baranda, son escogidos para esa pensión Lorenzo Gómez Pardo y su hijo Isidro Sainz de Baranda y marchan los dos a Freiberg -y a otros lugares de Centroeuropa- donde completarán su formación como ingenieros de minas.
Allí se formarán en las ideas del maestro Werner con su visión «neptunista» y tendrán encomendada por Elhúyar la misión de adquirir colecciones de minerales, rocas, fósiles e instrumentos para la Dirección General de Minas. Tanto Lorenzo como Isidro, dada su vocación mineralógica, llevarán a cabo la misión (1834) y formarán también colecciones muy notables. En particular, Isidro se convertirá en un destacado erudito en mineralogía y en un minucioso coleccionista, como atestigua su colección de minerales que ha llegado casi completa a nuestros días.
Se ha discutido mucho sobre el traslado de la Escuela de Minas de Almadén a Madrid en 1835, una vez muerto Elhúyar (1833) y habiendo sido la élite minera española siempre representada por almadenenses o gentes formadas en Almadén. Aunque no hay pruebas contundentes, lo más probable es que fuese una idea largamente madurada por Elhúyar, que formó a “heterodoxos” como Gómez Pardo y Sainz de Baranda con la idea de que lo llevasen a cabo. El motivo de fondo, como explicó Isidro, es que, por razones estratégicas, logísticas, financieras y de “marketing”, era conveniente acercar la Escuela a la Dirección General y a la Corte para impulsar convenientemente la industria minera.
A su vuelta a Madrid en 1834 y, una vez ingresados en el cuerpo de ingenieros, ambos amigos separan sus destinos: Lorenzo quedará como catedrático en la recién inaugurada Escuela de Minas de Madrid e Isidro será destinado al distrito minero de Extremadura. Desde allí se presentará voluntario a ocupar alguna de las plazas de ingenieros de Ultramar que aparecen en 1837, con el ánimo de poner tierra de por medio con su padre. Pero no es hasta finales de 1837 cuando se le otorga la recién creada de Filipinas. Parte para Manila donde arriba en 1838 y permanecerá como Inspector Jefe de Minas de Filipinas hasta 1856.
En Filipinas desarrollará una carrera llena de claroscuros, pues pronto se da cuenta de la lejanía, carencia de medios y falta de interés de las autoridades peninsulares en los asuntos mineros del Archipiélago. Aún así, desarrolla una loable labor exploratoria de recursos como fueron los lignitos de Cebú — fundamentales como combustible de los barcos de vapor— y el oro de Bicol (Luzón) y Misamis (Mindanao). Impulsa la que será la primera legislación minera de Filipinas hasta 1868 y escribe su única obra conocida en el ramo “Constitución geognóstica de las Filipinas” (1841).
De carácter reservado y un tanto altivo, tuvo algún desencuentro con compañeros de profesión, como el poco conocido con Casiano de Prado, que le llevó a abandonar las Filipinas en 1853, aquejado de alguna enfermedad tropical. A su regreso a la Península, se incorporará como Inspector Jefe en Murcia y, posteriormente como Vocal en la Junta Facultativa de Minería. Su padre había fallecido en 1855 y es él el que ocupa la casa familiar en Villaviciosa de Odón (Madrid), jubilándose en 1874. Fallece en su casa familiar de Villaviciosa de Odón en 1878 a los 72 años de edad.
Hombre de ciencia, ilustrado, liberal y con muy buenas relaciones por su posición pero, al parecer, de un carácter reservado y difícil, mantuvo siempre una extraña relación con su padre que le marcó profundamente. Fundamental en el traslado de la Escuela de Minas a Madrid, erudito y coleccionista de minerales, no nos ha dejado ninguna imagen de sí mismo aunque sí algunas notables donaciones en el Museo y nos ha llegado hasta nuestros días su muy buena y completa colección particular de minerales, uno de los pocos ejemplos del coleccionismo de élite decimonónico en España.
Como curiosidad, la vida de Isidro (1806-1878) discurre casi exactamente (1805-1880) con la que probablemente sea la mejor novela histórica de todos los tiempos, los “Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós, que aprovechamos para recomendarte su lectura o relectura: descarga gratuita en formato epub / lectura online
Para saber más
“La colección de Filipinas”, Jesús Villar, Ed.: Círculo Rojo, 2018
“La colección Sainz de Baranda. Una nueva y antigua colección de minerales”, Benjamín Calvo, Boletín Baritel , AMYP, pp. 4-9, 1999.